Es inentendible como un equipo puede clasificar de la manera en que lo hizo a los 4tos de la Sudamericana y no aprovechar ese envión como combustible para el resto de los frentes. Después de eliminar casi milagrosamente a Atlético Tucumán, el equipo de Holan bajó considerablemente el rendimiento y parece, contrariamente, haberse caído a nivel psicológico. Preocupante.

Un primer tiempo desilusionante fue el que jugó Independiente. Un equipo largo, sin peligro ni ideas para romper las líneas del Tomba. No hubo sorpresa, no hubo nunca un cambio de ritmo. Las salidas no fueron claras y las finalizaciones de las pocas chances que tuvo, tampoco lo fueron.

Los primeros 45 minutos no dejaron nada por valorar en cuanto a propuesta, ni siquiera se vio una ínfima iniciativa ni protagonismo en el partido, al igual que su rival. Si bien se hizo de la pelota promediando la mitad de la primera parte, no tuvo la rebeldía ni la claridad necesaria para romper el empate.

El segundo tiempo fue similar, sin ánimos de rebeldía ni aires de cambio. El equipo pareció conformarse con cualquier resultado, algo muy distinto a lo que venía mostrando desde el arribo de Holan. El DT, por su parte, no arriesgó mucho en los cambios, mantuvo el doble 5, no rompió la línea defensiva, teniendo en cuenta que Godoy Cruz NO atacó en casi todo el partido, y para colmo, hizo ingresar a Albertengo por Fernández, puesto por puesto en un partido que se estaba perdiendo. El ingreso de Benítez le dio alguien que se hiciera cargo y se animara un poco más, pero la terminación de las jugadas nunca fueron claras ni peligrosas.

Mas allá de cualquier error arbitral que haya perjudicado a Independiente, hay que preocuparse por el 11 inicial que al DT respecta y la iniciativa que toma el equipo a la hora de ganar un partido servido en bandeja, con un rival que se entregó por completo y nunca quiso sacar rédito del bajo nivel de Independiente. Está muy lejos de ser el equipo punzante y protagonista que fue hace meses. Una vez más, preocupante.