Es fácil olvidar que el torneo transita su última parte cuando recién comienza el año y el asesino sol de enero es testigo del recuentro entre Independiente y su público.  Sin embargo, cuando la contra aislada de Talleres termina en el empate de un partido que parecía dominado, el golpe de realidad te recuerda por qué el equipo de Ariel Holan tiene como objetivo la zona de clasificación a copas.

Es que todo lo brillante que fue el Independiente del primer tiempo, atacando desde el primer minuto, con circuitos de juego, con precisión, con variantes y con presión, queda opacado por la falta de inteligencia para hacer lo que se necesita para quedarse con la victoria, en su casa, con su gente, con autoridad.

Lo difícil que es para cualquier equipo encontrar una identidad de juego e Independiente esgrime su estilo y hasta lo mejora cuando jerarquiza los intérpretes. Porque jugadores como Pablo Pérez llegan, se ponen la camiseta y juegan.

Y en una liga tan pareja y difícil, Independiente vuelve a perder 2 puntos por muchos factores (todos esgrimidos incasablemente durante todo 2018) a pesar de haber tenido tenencia, superioridad futbolística, situaciones de gol, dominio posicional, su público y su estadio.

Porque si bien cualquiera hubiese pensado que el cambio de Pérez podía ser por Gaibor, la fallida entrada de Braian Romero tampoco fue lo que perjudicó a Independiente.

Fue nuevamente la falta de lectura de los jugadores más experimentados, a los que ya les pasó lo mismo incontablemente durante este mismo torneo, junto con el desatino táctico del entrenador los que no supieron interpretar lo que se necesitaba para ganar.

Perdió tenencia, campo, precisión y no porque el rival le quitase todo, sino porque el mismo Independiente se lo ofreció una y otra vez.

El empate que parece caída ante Talleres solo confirma que todo sigue igual, aún hay chance de quedar en zona de clasificación a las copas.