Es paradójico, y casi poético, que el mismo Ariel Holan haya decidido defender el 2018 de Independiente y estos 4 meses de 2019 con la bandera de la línea de juego y lo competitivo del equipo. Intentando evitar la evaluación en base a los resultados, culminó su paso por la competencia local semestral eliminado en primera instancia ante quien fue el último de la Superliga.

Independiente, ante Argentinos Juniors, fue todo lo que desde esta columna sostenemos desde que se perdió la Re Copa ante Gremio: un equipo sin línea futbolística, con algún atisbo de asociación, sin pelota detenida, sin presión, sin elaboración de juego, sin suerte, con errores colectivos e individuales y sin suplir la falta de todo esto con actitud.

Y no por los resultados, si no como consecuencia de todas estas carencias: el equipo no compite.

Sin chances de pelear la Superliga faltando medio torneo por delante, sin chances de conseguir un pasaje a la Copa Libertadores 2020 a 5 fechas de culminar el campeonato, cupo en la Copa Sudamericana del próximo año casi de rebote, eliminación ante el último del torneo e la primera instancia de la Copa de la Superliga y victoria ante un equipo amateur en la Sudamerica actual, a la que también se llegó por descarte.

Independiente no compite porque no es un competidor para sus rivales. En lo hechos, y no en la especulación. En los datos y las mismas palabras del entrenador: “tuvimos momentos de buen fútbol y no logramos continuidad” en lo que fue una declaración “autocrítica”.

El entrenador en su buen accionar piensa, seguramente, que hace lo mejor para el club, sin embargo la ausencia de “límites” de la comisión directiva con el brazo ejecutor Pablo Moyano tiene responsabilidad en las formas en las que el club participa de las competencias.