Consolida su repunte

No era cuestión de brujería sino de acierto táctico. El técnico Fernando Berón movió un par de piezas después de una pésima media hora inicial e Independiente pudo romper por fin un maleficio que duró 50 años. Ganó en Mendoza, 2-1 a Godoy Cruz, y prosigue la levantada que arrancó a partir de que el actual entrenador interino sustituyera a Sebastián Beccacece en la conducción del equipo.

Pisar una cancha con la mochila cargada con el demoledor dato del medio siglo exacto sin triunfos en Mendoza (el último había sido el 2 de noviembre, allá por 1969) pesa lo suyo. Las estadísticas no definen los partidos pero indican una tendencia que, de algún modo cercano a lo mágico, influyen en el ánimo y la predisposición.

Créase o no, esta vez como tantas otras el Rojo arrancó perdiendo casi desde el vestuario en tierras mendocinas. Iban 12 cuando Agustín Aleo descubrió que al equipo de Avellaneda le cuesta aprender de sus errores. Si el domingo pasado, en el encuentro ante San Lorenzo, Bruno Pittón se cansó de llegar al fondo por su izquierda aprovechando que nadie le daba una mano a Figal en la marca, esta vez lo hizo el lateral del Tomba. El Morro García desequilibró a Silva para cabecear el centro y puso el prematuro 1-0.

La desventaja acentuó la sensación de karma insuperable del Rey de Copas en la provincia bodeguera. Durante media hora, desentrañar cuál de los dos conjuntos ocupaba el último puesto en la tabla se convirtió en tarea difícil. Godoy Cruz se adueñó de la pelota en el medio, le dio salida criteriosa con Andrada y Gutiérrez, y aunque no volvió a inquietar a Campaña hasta los 34 -remate lejano de Brunetta que desvió el arquero uruguayo-, disfrutó un buen rato de la manija del partido.

De Independiente no había más noticias que el empeño y alguna que otra gambeta de Cecilio Domínguez por izquierda. Volantes y defensores perdían cada balón dividido, la banda derecha estaba inutilizada y la falta de creatividad en el medio era alarmante.

En este punto resulta imprescindible abrir un paréntesis con Martín Benítez. Pasan los entrenadores en el Rojo, todos sin excepción creen ver en él al jugador capaz de conducir el ataque del equipo, y el misionero se ocupa de confirmar una y otra vez que no está hecho para ese puesto. A sus dificultades para encontrar la posición y el perfil correctos para recibir suma su bajísimo porcentaje de eficacia en la toma de decisiones y en la ejecución de las jugada. La conclusión es que el equipo pierde el principal punto de enlace para conectar con los delanteros.

Alrededor de los 30, Berón decidió desafiar las maldiciones. Mandó a Benítez a la derecha y le ordenó a Domingo Blanco, un futbolista con mucha más claridad y precisión para moverse por dentro, ocupar su lugar por el centro. Automáticamente, Independiente recuperó el control del juego. Demoró en crear peligro hasta el arranque del complemento, pero las visitas al área local se hicieron más y más frecuentes. Domínguez, que terminó siendo lo mejor de la noche, y Blanco no embocaron al arco en el inicio de la segunda mitad, pero el Rojo fue inclinando la cancha hacia los dominios de Bolado.

El empate llegó como consecuencia lógica a los 57 en un centro de Sánchez Miño tras un brillante pase del extremo paraguayo que originó un flipper entre Jacquet y el arquero (Figal la empujó cuando ya estaba adentro). Cuatro minutos más tarde, a Cardona no se le ocurrió nada mejor que frenar a Figal con el codo en la cara. Estaba en el área y fue penal, tarjeta roja y octavo gol de Silvio Romero en la Superliga.

El 2-1 cerró la incógnita sobre el resultado final. Godoy Cruz solo amenazó con ser fiel a la historia en la última acción, un remate de García que se fue cerca de un palo. Antes, el Rojo había desperdiciado algunas chances para estirar la ventaja. Esta vez le dio igual. De la mano de Berón y de su capacidad para entender lo que ocurría en el campo logró su segunda victoria al hilo, cortó una racha que parecía interminable y espantó por fin a todos los fantasmas que lo acechaban en cada visita a Mendoza

Por Rodolfo Chisleanschi - La Nacón

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